En alguna ocasión anterior, en este mismo Blog, he citado a mi amigo José Luís Ona.
Ona no es una persona del "mundo del perro", de hecho, creo que no tiene interés en absoluto por ningún animal. En realidad, Ona debe de padecer algún tipo de autismo ligero (si es que éste diagnóstico que me acabo de inventar existe) lo que le convierte en un espécimen del género humano bastante peculiar. Las personas, los demás seres humanos que poblamos el planeta, tampoco le interesamos en demasía. Descontando a su familia y algunos elegidos, el resto de la población mundial podría desaparecer de repente y Ona no los echaría de menos (creo que incluso pasaría un buen tiempo hasta que se diera cuenta de lo sucedido).
A mí me llama mucho la atención su reacción patológica cuando se le acerca un perro: su cerebro decreta un estado de alerta máxima al resto de su organismo, se puede percibir la tensión física que le lleva a un estado de rigidez casí total, comienza a segregar algún tipo de endorfina, cuyo olor, los perros lo detectan a decenas de metros, y que en ocasiones caminando a su lado, hasta yo he llegado a oler.
Adoptando el papel de un César Millán de pacotilla, me he permitido aconsejarle cómo debe de enfrentarse a estas situaciones, pero o bien no he sabido asesorarle, o bien no me ha prestado ninguna atención, puesto que no he notado la más mínima mejoría en su conducta.
Él, jamás reconoce nada de lo que acabo de contarles, y como para desacreditar mi opinión, me ha enviado esta fotografía de su infancia en el Lerín natal, acompañada por el siguiente comentario:
"Ona y el perro Sol.
Ya ves como desde mi más tierna infancia (año 1962, sería, para fiestas) que es famoso mi amor por la especie canina.
Aquí estoy en la calle de la Cava de Lerín con el perro Sol, que era de mi abuelo (y cuya existencia acabó trístemente porque mordió a un vecino).
Obsérvese esa especie de pintada medio borrada detrás de mí, parece que se hubiera escrito: “República”.
N.B.: siempre he seguido la (pen)última moda, como se puede observar."