Ayer tuvimos cena de perreros. Buena comida, buen alcohol, buena juerga y buenos amigos. Conclusión:
Aquí lo que hay es mucho bobo, mucho pavisoso, algún falto y de vez en cuando un tontón. Esto está lleno de zamacucos y de gilipollas. Abundan los pedazos de zote, los torpones, los estúpidos encantados de haberse conocido y los abombados. Aparecen con frecuencia bastantes atropellaplatos sin oficio ni beneficio. Se puede distinguir con facilidad a los más percebes. A lo largo del año, uno se encuentra a cada paso con obtusos que no saben hacer la ó con un canuto. Este es un mundo plagado de tonteras y de chorras. Todos conocemos algún cenutrio, algún simple, a cretinos pagados de sí mismos, a zánganos y a memos. A todos nos ha tocado escuchar a esos besugos. En definitiva, es verdad que en ocasiones asusta verse entre tanto moñoño maleducado.
Pero bueno... como en todas partes. Si tuviéramos cualquier otra afición, también los sufriríamos. Lo que ocurre es que aquí como de vez en cuando se puede ganar algo (una medalla o incluso una copa) y como el moñoño en su hábitat natural no ha ganado nada en su vida (como no sean un par de bofetadas de su madre o una enorme cornamenta de catorce puntas, regalo de su parienta) pues por eso se arrima una temporada a esto de los perros. Esta es la razón que de verdad explicaría el que al realizar un censo exhaustivo, pudieran aparecer algunos más de la media.
Al final de la tertulia los más viejos sentenciamos: "siempre ha sido así", y a continuación comenzamos a recitar otra retahíla, pero esta vez de nombres y apellidos. De los que fueron y estuvieron, pero ya no están ni son.
La vida pone a cada uno en su sitio.