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Mastín Tibetano; el perro más caro del mundo cuesta 1,5 millones

Parece un perrito de peluche, pero es de carne y hueso. Además de precioso por fuera, este perro, un cachorro de Mastín Tibetano rojo, es una maravilla genética. Su nombre es Hong Dong en chino, y Big Splash en inglés. Su dueño actual, un empresario del carbón de China, lo ha comprado por 10 millones de yuans, o el equivalente a 1.5 millones de dólares.
Hong Dong, sin haber llegado a cumplir su año de vida, ya mide un metro de altura y pesa casi 90 kilos. A su exotismo perruno se le junta su pedigree, motivos por los que la mascota vale más que su peso en oro. Pero es que hay cosas que no tienen precio, como la simpatía y la gracia natural de la que hace alarde este exclusivo perro, un especimen perfecto donde los haya. Eso dicen.
Los Mastín Tibetanos se han convertido en una raza de perros muy codiciada en China. La prosperidad económica de algunos empresarios ha venido acompañada, como en otros muchos países, del deseo de destacar sobre los comunes humanos. Su sed de exclusividad lleva a los excéntricos nuevos millonarios a buscar objetos raros y exclusivos. Los perros están suplantado en China a las joyas y coches deportivos como objetos de deseo y lujo. Ya en el año 2009 una rica China se gastó medio millón en otro perrito de la misma raza.
Por Isabel Andrades Yunta
16 de marzo 2011 03:05 PM EDT


En mi vida, he oído o leído en muchas ocasiones "noticias" de este tipo. Hace algo más de una década, la prensa hablaba del precio de los Shar Pei, "los perros más caros del mundo" decían, para popularizarlos y ponerlos de moda. 
En otras ocasiones, un personaje público (un miembro de cualquier casa real, un presidente de gobierno, un actor, etc.) compra un perro de una raza exótica y a continuación van los otros, los de siempre, los que les da igual ocho que ochenta y se compran uno igual para ellos. 
También sirve para este propósito una película de la factoría Disney (productora infame heredera del pensamiento infame de su fundador) que tan sólo unas semanas después de su estreno, consigue multiplicar el censo de ejemplares de la raza a la que pertenezca el chucho protagonista del tostón. Ello después, claro está, del preceptivo proceso de humanización habitual de la marca.
Pero en esta ocasión, se trata de intentar que gente de todas las nacionalidades, se fije en una raza de perros grandes y (al parecer) fieros como osos. Para que los compren bien caros y les permitan vivir en sus jardines, y pasados algunos meses, cuando el bicho haya madurado, terminar diciendo a sus propios conyuges:
-Anda cariño.... sal, sal tú primero a la piscina.... que a mí me da la risa. 
Ya ven ustedes, para que esta campaña de marketing triunfara, había que empezar con una supuesta noticia en la que se mencionara un importe disparatado. Tan disparatado como que una familia occidental, habitante de un país cualquiera del primer mundo, comparta su vida y su hogar con uno de estos morlacos.