Castillo de Loarre (Huesca)
Ayer era domingo era 2 de enero. Todo parecía haber sido diseñado para pasar la tarde tumbado en el sillón de casa, haciendo zapping frente al televisor.
Desde la aparición de la TDT hay más canales, muchos más, y para llenar tantas horas de programación, se echa mano de cualquier recurso. "Cualquier recurso" incluye por supuesto la copia, el plagio... llámenlo ustedes como mejor les parezca. Así, es posible ver uno de mis formatos preferidos, en gran parte de los canales existentes y casi a cualquier hora del día. Me estoy refiriendo a ese programa que se llama: Aragoneses/Españoles por el Mundo o Callejeros Viajeros o Comando Actualidad o Mamá tú no mires, etc. La fórmula es sencilla y barata: se coge un periodista (si la cadena es pública, hasta dos) y se les manda a una ciudad, a hablar con compatriotas que estén allí por el motivo que sea: estudios, trabajo, matrimonio, turismo... todos valen.
Desde hace más de una década, cuando un programa de este tipo, realiza un capítulo en Nueva York, parece que es obligatorio ir a ver a Ángel Orensanz (Larués, Huesca, 1951) en su sinagoga de Lower East Side.
Orensanz es un escultor muy peculiar. Como yo no soy ningún experto en arte, prefiero dejarlo así. Sin más calificativos.
Estos de Huesca, siempre han sido muy aficionados a las piedras. Hace algunos siglos, en cuanto se juntaban diez o doce oscenses, enseguida construían una ermita románica o un monasterio o un castillo. Pero es de justicia reconocer, que el Sr. Orensanz se dedica a ello profesionalmente, y que es de los pocos que hoy en día se gana la vida con su arte. Me alegro por él.
En el programa de "Callejeros Viajeros" emitido ayer, el Sr. Orensanz, quizá crecido por la presencia de una cámara de televisión, o simplemente por hacer una gracieta, quiso al parecer, mostrar una performance artística. Para ello, cogió a un gato que andaba por allí, y le pegó seis o siete brochazos de pintura azul por el pelo. Es verdad que la escena no fue cruel, que no lo hizo con ensañamiento. Fue sólo una cosa boba. Supongo que dentro de pocos días, podrán ustedes encontrar esta escena en internet, verla y juzgar lo sucedido.
A mí, la bobada, no me hizo ninguna gracia. Se me ocurren un montón de comentarios hirientes que ayudarían a resarcir la dignidad del animal, gratuitamente manchada con su pintura azul por el Sr. Orensanz. Pero prefiero pensar que la causa del desafortunado acto, fue la avanzada edad del escultor y perdonarlo por ello. Sin embargo, no me resisto a darle un consejo: Señor Orensanz, la próxima vez que le apetezca llamar la atención delante de una cámara de televisión, deje en paz al gatico y ¡píntese usted los huevos!.