Inbreeding


Hace un par de días, mencioné por razones circunstanciales al rey Carlos II "el Hechizado", un ejemplo histórico de los riesgos de la endogamia (inbreeding como se dice en la cría de perros) como técnica de selección en la reproducción animal.
Cuando el joven Rey tenía tan sólo 20 años, su figura y deplorable estado impresionaron al Nuncio del Papa, que lo describió sin un ápice de caridad, de este modo:
"El rey es más bien bajo que alto, no mal formado,  feo de rostro; tiene el cuello largo, la cara larga y como encorvada hacia arriba; el labio inferior típico de los Austria; ojos no muy grandes, de color azul turquesa y cutis fino y delicado. El cabello es rubio y largo, y lo lleva peinado para atrás, de modo que las orejas quedan al descubierto. No puede enderezar su cuerpo sino cuando camina, a menos de arrimarse a una pared, una mesa u otra cosa. Su cuerpo es tan débil como su mente. De vez en cuando da señales de inteligencia, de memoria y de cierta vivacidad, pero no ahora; por lo común tiene un aspecto lento e indiferente, torpe e indolente, pareciendo estupefacto. Se puede hacer con él lo que se desee, pues carece de voluntad propia."


En un informe forense realizado por la Universidad Complutense de Madrid, a partir de los restos mortales del monarca, se ha averiguado que padeció un Síndrome de Klinefelter con posible mosaicismo, lo que significa que padeció una anomalía cromosómica que le causó esterilidad, debilidad muscular y un deficiente desarrollo mental. La causa de este defecto genético, fue con toda probabilidad,  la política matrimonial de los Austrias.
¡Pobre hombre el rey!