No soy cazador. Jamás en mi vida he sentido la tentación de la caza o de la pesca. Pero tengo que reconocer, que tres de las experiencias más maravillosas que he tenido a lo largo de mi vida y que me han dejado una huella profunda e imborrable, tiene que ver con perros cazando.
La primera sucedió hace unos quince años, mientras observaba a un joven macho de pointer de la linea de sangre Crookrise, cazando en un campo de alfalfa de más de cinco hectáreas en la huerta zaragozana. Nunca en mi vida hasta entonces, había visto "en vivo" esa fuerza de la naturaleza sin freno, galopando como un cierzo que agitaba el aire y la tierra a su paso.
La segunda experiencia tuvo lugar en las montañas que se levantan encima de la costa sobre el delta del Ebro. Carmen y yo acudimos invitados por uno de los cazadores más cultos y sensibles que he conocido en mi vida: José Antonio Navarro. José Antonio vive en Camarles, y observa, conoce y describe la naturaleza con una maestría digna del maestro Josep Pla. Caminar con él por aquellos montes escuchando sus explicaciones, sus recuerdos de otras jornadas de caza, y sus profecías de lo que nos sucedería en aquella minutos o horas más tarde, me ha dejado un recuerdo imperecedero. Pero es que, además, aquel día pude escuchar el concierto de voces diferentes que como una orquesta de músicos demenciados, producían sus beagles. Voces que en ocasiones subían hasta perderse en el cielo, en otras se encerraban y deformaban, produciendo ecos fantasmales en los barrancos más profundos. Sonidos para siempre grabados en mi memoria.
La tercera de estas experiencias iniciáticas, se ha producido este fin de semana. La vida, deo gratias, sigue reservándome sorpresas que hacen que merezca la pena esperar hoy martes, la llegada de mañana miércoles. Ha tenido lugar en Trebujena, en compañía de Francisco Caro. La mañana del pasado sábado, nos acercamos al coto del pueblo para observar una jornada de carreras de galgos cazando liebres. El día era perfecto, la naturaleza puso el sol, y las nubes y el viento, y la lluvia y los olores del campo. Las gentes aportaron su sabiduría centenaria, la tradición oral, su cultura y su incultura. Lo que mis ojos vieron allí, no se compra con dinero. Un espectáculo de otro tiempo, protagonizado por personas y animales de otro mundo. Casi de otro planeta.