Un sacerdote de Ibiza


-¿Podías acercarte y echarle un vistazo? Yo hace unos días que lo veo un poco apagado, no sé qué es lo que le puede suceder... bueno, hace tres o cuatro semanas le dió un golpe un coche... estaba jugando en el parque con mi hermano... le lanzó la pelota demasiado fuerte... y Gus atravesó la calle.. entonces le atropelló un coche. Pero bueno... no... imposible... mi hermano ya lo llevo a un veterinario, que dijo que no tenía nada....- 
-A un veterinario... ya... y ¿de dónde era el veterinario?-
-¡Joder! de dónde va a ser, de Zaragoza.-
A mí, hasta llegar a ese punto, todo me había sonado de lo más normal:
Gus está un poco desganado. Cuando sale a pasear al parque, arranca a correr si le tiran la pelota. Pero después de dos o tres carreras, Gus no se arranca más. Es extraño, pero no parece demasiado preocupante. Pero cuando entra en escena la variable del veterinario de Zaragoza, a mí, el personaje, me suena como a sacerdote de Ibiza... muy sospechoso.
Decido ir a ver qué le pasa a Gus.
Cuando lo encuentro paseando por la calle, debajo de su casa, no puedo dar crédito a lo que ven mis ojos. Gus camina dando unos extraños saltitos, con un movimiento asimétrico, desordenado, circular, absurdo. Yo lo miro y lo remiro. Sus dos patas traseras no están en la misma posición... una comienza desde más alto, desde más atrás... yo no sé.
Hablo con Manolo, comemos apresuradamente y decidimos arrancar hacia Pamplona, para que le echen un vistazo al pobre Gus. Allí, el veterinario (este sí) tras hacerle una radiografía, nos da su diagnóstico: "Gus tiene la cadera partida por chiquicientos sitios".
Hoy, he recordado este episodio al encontrar la radiografía de la cadera de Gus, olvidada durante todo este tiempo por uno de los rincones de mi ordenador.

Un par de axiomas:
Un fox terrier es a los perros, lo que un marine americano es a los hombres.
Un sacerdote de Ibiza es a la virtud, lo que un veterinario de Zaragoza es a la ciencia.